El 2020 ha sido un año de acontecimientos inesperados y de decisiones difíciles para quienes pensaban celebrar su boda. Las parejas que se casaban en el año 2020, a partir de marzo, se vieron obligadas a cambiar sus planes y elegir una de las dos vías posibles: mantener o aplazar el enlace, o cancelarlo y fijar nueva fecha en el año 2021. Quienes escogieron la primera opción tuvieron que seguir unas estrictas medidas y reducir su lista de invitados hasta conseguir cifras propias de una ceremonia íntima, muchos de ellos con ánimo de repetir una segunda fiesta con todos los que no pudieron estar en su boda. Quienes optaron por la segunda solución se encuentran en estos momentos organizando todo para poder darse el ‘sí, quiero’ y cuentan con la esperanza de no tener que hacer modificaciones de última hora. Sin embargo, para muchos novios, la incertidumbre sigue ahí.

La temporada alta de bodas en un año normal va desde el mes de marzo hasta finales del mes de septiembre. En 2021 todo indica que las parejas se han mantenido firmes en esta perspectiva. La pandemia no ha cambiado las preferencias de meses para casarse, al contrario, creo que ha reafirmado la tendencia natural que ya existía respecto a las bodas celebradas en estos meses. En este sentido pensamos que las bodas van a empezar a volver a la normalidad a partir del mes de febrero y se dará la estacionalidad habitual en el período comprendido de mayo a septiembre o como mucho octubre. El anuncio de la vacuna para principios de este año, así como la experiencia de verano ‘tranquilo y sin demasiadas complicaciones’, durante 2020, ha animado a que las parejas vuelvan a replantearse casarse o decidan hacerlo durante la primavera y verano del 2021.

Tal vez eventos de tipo más boutique, menos multitudinarios, pero en donde el ingenio, la autenticidad y los detalles lo llenen todo por completo. Porque sin duda seguirá siendo un día que no olvidarás jamás, haya 300 o 20 invitados.